En las década de los 60s, el señor Alfred Heineken y el arquitecto John Habraken decidieron crear una botella que una vez consumido el contenido pudiera ser usada como ladrillo para paredes. No hay dudas de que este diseño fue todo un adelanto para esa época.
WOBO fue el nombre que recibió la botella, y en 1963 se crearon 100.000 unidades. El proyecto fue descontinuado y hoy en día solamente una pared y una cabaña están construidas con este tipo de botellas. Nadie sabe con exactitud qué paso con el resto de las botellas, aunque es probable que fueran desechadas.