El invierno nuclear es un fenómeno que no muchos conocen, principalmente porque es teórico y nunca ha ocurrido realmente.
Se trata de un fenómeno climático y puede tener devastadoras consecuencias para el planeta Tierra, lo cual por supuesto es malo para la ecología.
El invierno nuclear tiene su origen en el uso de armas atómicas y el término surgió por primera vez durante las décadas de la Guerra Fría.
Según una teoría de la época, la acumulación de humo en la estratosfera traería muy malas consecuencias para la agricultura, lo cual a su vez derivaría en largo períodos de hambrunas en gran parte del mundo.
Según se dice, las bombas nucleares tendrían suficiente capacidad para levantar grandes cantidades de polvo y mugre hasta la atmósfera, donde permanecería en suspensión por varios mes, bloqueando totalmente el pasaje de la luz solar, de forma tal que los seres que depende de la fotosíntesis morirían pronto.
Estos seres conforman el eslabon más bajo de la cadena alimenticia, por lo tanto junto con ellos desaparecerían el resto de las especies «superiores».
Esto no es todo: respirar en el ambiente de un invierno nuclear sería casi imposible, lo cual llevaría a personas y animales a la muerte en muchas ocasiones.
Debido a múltiples estudios sobre el tema y otros relacionados, EE.UU. y Rusia comenzaron su programa de desarme nuclear.
Debemos tener en cuenta que hay un país que hoy en día prácticamente está atravesando dicha situación, y ese país es China, por supuesto.
Los estudios que realizaron los científicos Paul Crutzen y John Birks en la década de los 80’s fueron los primeros en ver las consecuencia del uso de bombas atómicas en la guerra a nivel ecológico
Un guerra nuclear global produciría una cantidad masiva de incendios, lo cual haría que se genere una cantidad excesiva de humo en las capas más baja de la atmósfera, lo cual tendría un impacto directo sobre el clima del mundo.
Fueron Owen B. Toon y Richard P. Turco quienes analizaron estas consecuencia y decidieron darle el nombre de «invierno nuclear» al mencionado fenómeno.
Los investigadores Vladimir Aleksandrov y Georgiy Stenchikov también realizaron pruebas propias y simulaciones al año siguiente, llegando a conclusiones similares sobre lo que ocurriría en caso de producirse una guerra nuclear.
Debido a los numersos estudios que se llevaron a cabo durante los años 80’s, los presidentes de Estados Unidos y Rusia, las dos potencias de la época, comenzaron con sus programas de desarme nuclear, para así tratar de evitar un desastre global.
El hecho de que el fenómeno sea llamado «invierno» nuclear se debe a la caída que se produciría en la temperatura de la superficie terrestre debido a que la luz del sol no lograría llegar a la misma, ya que se encontraría frente a una gruesa capa de humo en la atmósfera.
Recientemente se ha encendido nuevamente una alerta sobre un posible invierno nuclear por la crisis entre Estados Unidos y Corea del Sur que pudiera derivar en una nueva guerra mundial, con consecuencias nunca antes vistas.
La carrera por el desarme nuclear de todas las naciones del mundo es la única forma de garantizar que nunca suceda un invierno nuclear.